martes, 26 de septiembre de 2017

EL SISTEMA ELECTORAL ALEMÁN DE REPRESENTACIÓN PROPORCIONAL PERSONALIZADA. ¿ARCADIA FELIZ? ¿ENGAÑABOBOS?

[Antes de leer este artículo, échenle un vistazo a este vídeo: https://www.youtube.com/watch?v=3QAekd5A1iI]

Alemania es el mayor poder económico de la Unión Europea contemporánea, amén de un país en muchos sentidos considerado modélico. Las razones son variadas, pero una de las que quizá tengan más peso es su complicado sistema electoral: el sistema conocido como de "representación proporcional personalizada" (a partir de ahora RPP). Es un sistema universalmente considerado innovador y que algunos países han imitado, y otros como España parece que podrían plantearse imitarlo llegado el caso (Alfredo Pérez Rubalcaba prometió su implantación durante la campaña electoral de 2011, y C's también ha defendido implementarlo). El presente artículo va a tratar acerca de si, al menos en lo relativo a su sistema electoral, la buena fama de Alemania está justificada o si, por el contrario, el país teutónico se beneficia injustificadamente de lo que cabría considerar una visión mitificada de las supuestas virtudes de la RPP. Cosa que viene particularmente a cuento, dado que el pasado día 24 de septiembre se celebraron las elecciones en el país teutón, cuyos resultados, si acaso, se comentarán en otro artículo.

Lo primero de todo es señalar la forma en que funciona el sistema electoral alemán. Este ha sufrido importantes reformas. Antes de 2011 era un sistema proporcional que se basaba en una circunscripción nacional de 598 Diputados. A dichos 598 Diputados se restaban los escaños obtenidos por candidaturas independientes vencedoras en distritos uninominales (de los que se hablará después), así como los obtenidos por partidos políticos que no tuvieran derecho a participar del reparto proporcional de escaños. En toda la Historia electoral alemana posterior a la Reunificación, solo en una ocasión, con motivo de las elecciones de 2002, se tuvieron que restar 2 Diputados (los obtenidos en distritos de Alemania Oriental por los ex-comunistas) a los 598 de base de la circunscripción nacional, quedando 596. La cifra resultante (sea 598 u otra menor) eran los escaños que se repartían proporcionalmente empleando la fórmula Hare/Niemeyer entre todos los partidos que consiguieran el 5%, que ganaran en tres distritos o que pudieran optar a un reparto sin barrera y fueran representativos de las minorías nacionales alemanas (los eslavos sorbios, o los frisones y daneses germánicos; que, por cierto, es llamativo que nunca hayan obtenido representación pese a que el sistema se lo pone más fácil que a los partidos verdaderamente alemanes). Una vez hecho ese reparto entre los partidos, éstos a su vez tenían que repartir sus escaños entre las listas electorales de los Länder, de acuerdo a la proporción que de los votos totales del partido hubieran sacado sus listas electorales cerradas y bloqueadas de cada Länder.

Pero no hemos terminado. Entretanto, se procedía a la asignación de los 299 distritos uninominales (cifra que, como se puede observar fácilmente, constituye la mitad exacta de los 598 escaños de base de la circunscripción nacional). Éstos 299 escaños NO SE SUMABAN a los 598 antes mencionados, sino que se superponían a ellos. La idea era que la mitad de los miembros de las listas electorales fueran reemplazados por 299 candidatos elegidos directamente por los ciudadanos en distritos, y así garantizar que al menos la mitad de los Diputados tuvieran una relación más próxima con la ciudadanía. Los distritos se repartían entre los Länder de acuerdo a su población (es decir, que, a diferencia de los Diputados repartidos proporcionalmente, los de los distritos venían predeterminados ya antes de las elecciones), y se configuran de manera tal que no deben haber diferencias importantes de población entre los mismos. Los Diputados elegidos por distrito ocupaban las plazas de los proporcionales, a los que solo les quedaban las que no les hubieran arrebatado los Diputados de distrito. Si en cualquiera de los Länder el triunfo en distritos igualaba o superaba el resultado obtenido tras el reparto proporcional de escaños, al partido en cuestión se le adjudicaban todos sus Diputados de distrito (aunque hacerlo implicara una desproporción en su favor), no enviando al Bundestag ningún Diputado elegido por su lista electoral proporcional, y sin modificar los resultados de los demás partidos (que no perdían los Diputados ganados por el partido o partidos beneficiarios por sus victorias en los distritos). A causa de esta última disposición, la cifra de Diputados del Bundestag era variable, en función de los distritos excedentes que los partidos más poderosos acumulasen en los Länder. Así, en 2009 el Bundestag resultante de la segunda victoria electoral de Merkel alcanzó los 622 Diputados (598 Diputados de base + 24 excedentes de los distritos).

Este sistema, relativamente fácil de entender, era demencial por varias razones. La primera de ellas es que se trataba de un sistema sujeto a posible manipulación -hecho no desmentido por la ausencia de la misma a lo largo de los años-. Así, tenemos que el partido vencedor en tres distritos entraba en el reparto proporcional de Diputados, aunque sus votos no alcanzaran el 5% ni perteneciera a una minoría nacional. Es lo que sucedió en las elecciones de 1994, cuando los ex-comunistas de Alemania Oriental obtuvieron solo el 4'4% de los votos, pero ganaron 4 distritos (y con ellos el derecho a tomar parte de un reparto proporcional que les deparó 30 curules). ¿Entienden a dónde quiero llegar? Bajo este sistema, era perfectamente posible que, cuando un socio de Gobierno anduviera débil electoralmente, el partido mayor le apoyara en 3 distritos para garantizar su acceso al reparto proporcional de escaños (cosa que podría hacerse sin perjudicar el resultado proporcional del partido, dado que el voto a la lista proporcional y el voto al Diputado de distrito se pueden perfectamente otorgar a candidaturas de diferentes partidos). Nunca ocurrió, pero era un riesgo que generaba el sistema. De hecho, como esta regla no ha cambiado en el nuevo sistema electoral ya aplicado durante las últimas elecciones de 2013, no entiendo por qué la CDU de Merkel no apoyó al FDP en 3 distritos para así garantizar que su 4'8% de los votos hubieran tomado parte en el reparto proporcional de asientos en el Bundestag, lo que le hubiera garantizado la mayoría absoluta). ¿Lo haría a propósito para garantizar una mayoría de izquierdas y así "verse obligada" a favorecer la irrupción de enormes masas de refugiados en Alemania o medidas de ingeniería social anticristiana y antirracional tales como el Sucedáneo de Matrimonio para Personas del Mismo Sexo, so pena de que el SPD rompiera la Gran Coalición para aliarse con Los Verdes y los ex-comunistas germano-orientales y hacerle una moción de censura? Nunca se me había ocurrido verlo así, pero no me sorprendería semejante maquiavelismo en una líder tan carente de escrúpulos como lo es la "Canciller del Mundo".

El segundo motivo por el que el sistema previamente vigente era demencial se resume en el fenómeno conocido con el nombre de peso negativo del voto. Ha sucedido alguna que otra vez en las elecciones federales alemanas que un exceso de votos en según qué Länder haya llevado a que se asignara a dicho Länder un escaño adicional inútil (por tenerlo ya asegurado el partido gracias a su éxito en los distritos uninominales); en lugar de adjudicárselo a Länder en los que pudiera ser sumado efectivamente si en el anterior se hubieran sacado menos votos. Es decir, que se han dado situaciones en las que un partido ha tenido que arrepentirse de sumar votos en un lugar, y habría preferido obtener menos votos allí y los mismos en otro sitio en el que le habría beneficiado la adjudicación de escaños. No sé si se entiende bien el concepto, que no sé explicar mejor, pero en democracia esto es una monstruosidad. Penalizar a un partido por hacer una performance "demasiado buena" en un territorio y estructurar el sistema electoral de modo tal que le habría convenido más obtener peores resultados en el mismo y los mismos resultados en otro territorio es un contra-Dios. No estamos hablando de que sumar votos no beneficie (es decir, de que te diera lo mismo tener en un Land x votos o 10.000 menos), que ya sería como para pensárselo. Estamos hablando de que perjudica (es decir, de que para tí habría sido mejor sacar en lugar de x votos los 10.000 de menos). ¿Éste era el sistema modélico que debía exportarse al resto de la Tierra y que supera a todos los preexistentes? Pues yo no conozco ningún otro sistema en el que obtener votos "de más" perjudique a nadie. Y es que se supone que obtener el máximo apoyo popular posible debería ser el objetivo de todo demócrata. Eso, y que una democracia debería premiar los votos, o por lo menos no castigarlos haciendo que empeore el resultado electoral.

Un tercer motivo en virtud del cual queda deslucido el sistema electoral alemán es su fracaso a la hora de promover una conexión mayor entre los representantes y sus representados. La razón es sencilla: los Diputados de distrito pueden ser parte de las listas electorales proporcionales. Es decir, que un Diputado de actitudes perrunas, como los españoles que conocemos, y sumiso a las directrices de la cúpula de su partido ya no tiene que preocuparse de renovar escaño. Sencillamente es incluido en la lista electoral y a tomar viento fresco la gente de su distrito, si se tercia y lo ordena el partido. Por otra parte, incluso si se impidiera a los Diputados de distrito presentarse en las listas electorales, el efecto pernicioso de éstas seguiría manifestándose, dado que no cabe duda de que habría Diputados que no vacilarían en traicionar las promesas hechas a los votantes si la cúpula del partido se lo exigiera con ánimo de compensar la pérdida de apoyo en su distrito figurando en las listas electorales proporcionales. Indudablemente, el fenómeno se atenuaría, pero persistiría sin duda alguna.

Bien, esos eran los defectos del sistema electoral alemán que regía hasta 2011. Ese año, y en cumplimiento de la orden que le dio al respecto el Tribunal Constitucional Federal alemán tiempo antes, el Gobierno de Merkel (en aquel tiempo apoyada por los liberales) hizo aprobar modificaciones en la legislación electoral alemana. Dichas modificaciones se hicieron fuera del plazo, pero antes de todos modos de las primeras elecciones posteriores al Bundestag, que serían las celebradas en 2013. Las razones por las que el Tribunal Constitucional Federal alemán ordenó los cambios se relacionaron, fundamentalmente, con los distritos sobrantes. Éstos planteaban tres problemas. Tres posibilidades que el Tribunal Constitucional Federal consideró incompatibles con la Constitución alemana. La primera era el fenómeno del peso negativo del voto, de por sí incompatible con el principio democrático, que proscribía un sistema electoral que perjudicaba a quienes, como ya se ha visto, obtenían "demasiados" votos. La segunda era que la adición de los escaños de distrito cuando éstos excedían en número a los proporcionales, como es fácil de entender, atentaba contra la proporcionalidad entre los partidos políticos (si cualquiera de los Länder aumentaba uno o varios Diputados su representación respecto de la que le correspondiera proporcionalmente, los partidos beneficiarios obtendrían más Diputados de los que les correspondían proporcionalmente y los partidos que no sumaran, aunque conservaran los obtenidos de manera ordinaria -que representarían un porcentaje menor sobre el total de Diputados de los respectivos Länder-). La tercera era que la proporcionalidad se mandaba a paseo no solo entre los partidos políticos, sino también entre los Länder (los que enviarán Diputados de más se beneficiarían en perjuicio del resto al aumentar el tamaño de su Diputación).

Ese último problema de la desproporción entre la representación de cada Länder lo planteaba también el reparto proporcional de escaños (recordad: primero entre los partidos, y posteriormente entre las listas electorales de cada partido en cada Länder). Aunque el objetivo de este sistema de reparto era que el número de Diputados proporcionalmente atribuidos de cada Länder fuera proporcional, valga la redundancia, al número de votos emitidos en él (opción respetable e incluso superior al criterio tradicional que atiende a la población que figura en el último censo en lugar de a los electores que participan en las elecciones), lo cierto es el que el sistema no garantizaba en absoluto ni siquiera el cumplimiento de este objetivo. El tamaño de la Diputación "proporcional" de cada Länder (estamos para este razonamiento excluyendo a los Diputados elegidos en solitario por distritos), dependía no de la votación global en cada Länder, sino de la votación de cada partido dentro del Länder. Para explicarlo de modo sencillo: si en Alemania hubiera dos elecciones seguidas en las que el censo y la participación no se modificaran, y tanto a nivel nacional como de los Länder el número de votos emitidos fuera el mismo, el número de Diputados correspondiente a cada Länder podría alterarse si se alterase la correlación de votos entre cada partido político (por mucho que en realidad el peso de éste en la elección fuera el mismo en ambas elecciones). Esto es quizá lo que al Tribunal Constitucional Federal alemán le pareció peor de todo y de remedio más urgente. Lo que es lógico, dado que Alemania es una Unión Federal, y se entiende que la desproporción en el peso político de los Länder es mucho más grave que la desproporción en el peso político de meros partidos políticos.

Así pues, en 2011 se llevó a cabo la reforma ordenada desde el Tribunal Constitucional Federal. Veamos ahora en qué han cambiado las cosas. A la vista de lo anteriormente expuesto, podría considerarse que la razón principal de los defectos que planteaba el sistema electoral alemán antiguo se derivaban, principalmente, de su excesiva complejidad. Y por ende, no parece demasiado aventurado creer que la forma de corregirlos sin cambiar demasiado radicalmente de sistema electoral pasaría por articular un sistema más sencillo, como, por ejemplo, podría serlo uno basado en la suma, y no superposición, de escaños proporcionales y escaños mayoritarios. Esa sería una solución, aunque implicara modificar la Constitución, y se habría podido incluso realizar con facilidad, pues no parece que tras hacer compartido con ellos ocho de sus doce años al frente del Gobierno, Ángela Merkel tenga problemas para entenderse con los socialdemócratas, el otro gran partido de Alemania. ¡Pero no! Por lo que optaron fue por convertir lo que de por sí era algo complicado en un galimatías incomprensible, que he tenido que volver a estudiar con solo relativo éxito antes de poder explicar la manera en que funciona mediante palabras algo comprensibles. Vayamos a ello.

En líneas generales, el sistema es semejante al anterior, pero reformado de un modo que lo complica mucho. Las bases del reparto proporcional son las mismas: en principio, los 598 escaños de base que como mínimo han de componer el Bundestag. En primera instancia, dichos 598 escaños son repartidos, pero no entre los partidos políticos, sino entre los Länder. Y no se repartirían en función del número de votantes, sino en función de los datos de población del censo más reciente, siguiendo el modelo de los EEUU que además se aplicaba y se sigue aplicando a los 299 distritos uninominales. Una vez establecida la cifra de reparto de escaños a los Länder, se procede al reparto de escaños entre las listas de cada partido político sobre la misma base que antes de la reforma. Es decir, que a los 598 escaños mínimos del Bundestag se les resta, en su caso, los conseguidos en los distritos uninominales por independientes o por partidos que no puedan participar en el reparto proporcional -que siguen siendo exactamente los mismos que antes de la reforma -los que sacan menos del 5% del voto proporcional, menos de 3 distritos, dejando de lado el régimen especial de los partidos representativos de minorías nacionales, cuyo régimen también sigue inalterado-). Y, posteriormente, la cifra resultante, sea 598 o sea otra algo inferior, son los escaños que se reparten entre cada lista de partido político de cada uno de los Länder empleando el método Sainte-Laguë (que sustituye al anteriormente empleado de Hare/Niemeyer).

Si como resultado de esta operación las listas de cualquier de los Länder obtienen más Diputados de los que les fueron atribuidos en el primer reparto entre ellos de todos los 598 Diputados, se va aumentando de uno en uno la cifra empleada para la atribución de escaños a las listas de los partidos de Länder -sea 598 u otra menor-, y así hasta que las listas sumadas obtengan tantos Diputados como se otorgaron a los Länder en el primer reparto (y si los Diputados atribuidos son menos que los que corresponden, la cifra empleada como base para la atribución va disminuyendo para conseguir el mismo objetivo: ajustarla a la cifra de escaños atribuida a los Länder según su población). A las listas de partido en los Länder se descontarán los escaños obtenidos por cada partido en los distritos.

Y en esto llegamos al paso que cabría considerar decisivo: la cifra de escaños atribuida a cada lista de partido tras descontarle los escaños proporcionales se incrementará hasta que todos los partidos reciban (sumando los escaños de distrito) la cifra resultante del reparto anterior entre las listas electorales de cada Länder y, sumada a ésta, la cifra de escaños que proporcionalmente correspondería al partido contando SOLO los votos que obtuviera en los distritos en los que sus candidatos hubieran perdido el escaño. La diferencia entre éstos votos y los primariamente atribuidos serían los escaños compensatorios que, sumados a los primariamente atribuidos, nos darían el número de escaños definitivos que obtendría cada partido en cada uno de los Länder, que ahora volverían a ser repartidos de acuerdo a las reglas antes vistas (ocupando todos los Diputados de distrito un escaño, y confiriéndose solo los hipotéticos escaños sobrante de cada partido a los candidatos de sus listas electorales de acuerdo a la posición que ocuparan dentro de ésta). Si algún partido recibiera en cualquiera de los Länder más Diputados que candidatos contuviera la lista, los sitios de más permanecerían vacantes.

Este es, grosso modo, el sistema electoral hoy vigente en Alemania. Un galimatías tal que me genera incluso la duda de haberme quedado correctamente con la copla (de manera que animo a cualquiera que lea esto a investigar por su cuenta si puede). Éste es el sistema considerado a lo largo y ancho del mundo modélico, antes y después de su transformación de 2011. Y ahora toca entrar en valoraciones. Este extraño sistema electoral alemán: ¿Es una Arcadia feliz? ¿Es un engañabobos? ¿Cómo corresponde que lo califiquemos? A trasladar mi particular visión del asunto dedicaré esta segunda mitad del artículo.

Del sistema electoral alemán de RPP hay muchos partidarios en España que incluso lo proponen como el sistema supuestamente más deseable para nuestro país. Y es verdad que el sistema electoral español adolece de tales males como para que quepa interpretar que la RPP tal como la tienen montada en Alemania constituiría un avance para nuestro país. Con eso y todo, quizá quienes así ven el asunto deberían replanteárselo. Porque, tanto el sistema antiguo como el nuevo plantean una problemática común: la mala elección de medios para alcanzar sus fines. El antiguo sistema, queriendo favorecer una mayor conexión entre representantes y representados sin por ello perjudicar la proporcionalidad del resultado, no conseguía ni lo uno (el Diputado de distrito podía y puede ser elegido en listas proporcionales) ni lo otro (las victorias de un partido en un gran número de distritos y la imposibilidad de dejar vacantes los escaños llevaba a su sobrerrepresentación en el Bundestag, sobrerrepresentación que ha sido en varias legislaturas clave para la formación de Gobierno). Y encima, favoreciendo la debilidad electoral, a causa del efecto antidemocrático del peso negativo del voto; y facultando manipulaciones del sistema que, por más que en Alemania no hayan tenido lugar, en España se antojan sumamente probables, a tenor de lo que ha sido la cultura política postfranquista posterior a la aprobación de la Ley para la Reforma Política. Creo sinceramente que no cuesta nada imaginar a los partidos políticos españoles haciendo trampas con la elección de Diputados de distrito para garantizar que sus hipotéticos aliados en caso de necesidad estuvieran presentes en el Congreso de los Diputados.

El nuevo sistema solo soluciona, y mal, el problema de la proporcionalidad. Digo que lo soluciona mal porque lo ha solucionado a un precio exorbitante: el empleo de un método absurdamente complicado que pareciera ideado por el doctor Frankenstein: estructurar un sistema de escaños compensatorios susceptible de incrementar desmesuradamente el tamaño del Bundestag. Así, en 2013 la cámara se vio ampliada de los 598 escaños de base a 631. Pero hasta eso se queda corto comparado con lo sucedido el pasado 24 de septiembre, cuando a causa de la irrupción de dos partidos más (los resurrectos liberales del FDP y la nueva fuerza ascendente de AfD) la cifra de escaños se ha disparado a 709, que no es descabellado que sean incluso más en alguna legislatura futura. Y todo ello para que, no obstante, siga vigente cierta desproporción votos/escaños, dado que AfD, que ganó (en términos del segundo voto que sirve de referencia para el reparto proporcional de escaños) las elecciones en Sajonia, obtuvo sin embargo solo 11 Diputados frente a los 14 que allí obtuvo la segunda fuerza, que fue la CDU de Merkel. Sin perdernos en esto y centrándonos en la cuestión del desmesurado aumento de tamaño del Bundestag (que en teoría podría alcanzar un máximo de 897 Diputados), ¿es en verdad tan problemático que las dimensiones de un Parlamento aumenten o disminuyan tan abruptamente de legislatura en legislatura como para rechazar automáticamente el sistema electoral que permite tal eventualidad? En si mismo, no diría que ese fenómeno sea automáticamente perverso. Desde luego, no lo será si lo justifica la consecución de algún objetivo político de enjundia para cuyo cumplimiento no existiera otro camino y se tomaran medidas a fin de prevenir las alteraciones demasiado abruptas en el funcionamiento normal de una cámara que tiene que celebrar votaciones y reunirse físicamente en un espacio limitado que admitirá un aforo máximo y que habrá que preparar, con los costos correspondientes, en función del número de sus integrantes (particular sobre el que puede leerse en https://mundo.sputniknews.com/europa/201709261072653097-alemania-parlamento-gastos-elecciones/).

En el caso alemán, sin embargo, es dudoso que las variaciones del tamaño del Bundestag respondan a exigencias que no pudieran ser satisfechas de una manera harto más sencilla. Es decir, que si lo que se quería era asegurar la proporcionalidad, habría tenido más sentido la abolición pura y simple de los Diputados de distrito, ya que la situación vendría a ser la misma, pero ahorrándose complicaciones. Y si finalmente se entendiera que igual el de la proporcionalidad es un ideal sobrevalorado, que es lo que creo, no tendría sentido retornar al chapucero sistema electoral previo a 2011, sino que, en todo caso, tendría más sentido establecer un sistema cuerdo de asignación de escaños en virtud del cual se eligieran Diputados de distrito que fueran más cercanos a las preocupaciones populares y tendentes a garantizar una mayoría parlamentaria y otros en una circunscripción electoral nacional. Sistema que además solo tendría sentido si existiera un número idéntico de Diputados mayoritarios y proporcionales, dado que si ambos criterios de selección de parlamentarios están presentes en el sistema electoral, cualquier diferencia entre las proporciones de unos u otros conllevará necesariamente una arbitrariedad injustificada que solo puede evitarse dando a ambos grupos de Diputados el mismo peso. Todo sea dicho, incluso si no se procede de ese modo, se antoja notablemente más razonable establecer una proporción fija de Diputados de distrito, y no una constantemente variable.

Precisamente esa arbitrariedad es uno de los rasgos merecedores de mayor desaprobación que plantea el actual sistema. Y es que, quiérase que no, tanto en su versión anterior como, de modo todavía más agresivo en su versión posterior a 2011, el sistema electoral alemán de RPP es un sistema basado en la existencia de una minoría de 299 Diputados elegidos por distritos dentro de un Bundestag de tamaño variable que en esta legislatura tendrá 709 miembros frente a los 631 y 622 de las dos legislaturas precedentes (lo que significa que existen 410 Diputados que no han sido elegidos por los distritos, a diferencia de los 332 y de los 323 no elegidos por distritos tras las elecciones de 2013 y 2009, respectivamente). Esto puede ser mejor o peor, pero en verdad se trata de una arbitrariedad carente del menor sentido. Pues no lo tiene establecer una cantidad de Diputados de distrito claramente concebidos para ser la mitad pero que en 2009 representaron el 48'07% de todos los Diputados del Bundestag, en 2013 el 47'39% y en 2017 el 43'3%. A esto se lo llama chapucería e improvisación electorales.

Finalmente, es preciso señalar último de todos el que para mi es el mayor defecto del sistema electoral alemán: su carácter draconiano, que lo hace insensible a la existencia de fracciones que en buena lógica merecerían aspirar a obtener alguna representación parlamentaria, por poca que fuera, y que solo exceptúa la regla para favorecer a grupos caracterizados precisamente por no identificarse con Alemania (actitud verdaderamente suicida que, aplicada a España, sería la ruina total de nuestro país, que ya bastante ha favorecido en estos últimos cuarenta años las tendencias centrífugas). Indudablemente, ambos son defectos que se pueden entender teniendo presente que Alemania no fue libre para establecer su nuevo orden institucional de posguerra, que la vigilancia por los Aliados de los pasos dados por la Alemania Occidental fue muy estrecha, y que aquel proceso ya de por sí mediatizado hasta el extremo desde fuera estuvo además marcado a fuego por el recuerdo del caos electoral de la República de Weimar (que tanto dificultó la formación de Gobiernos estables que gozaran de apoyos parlamentarios estables, y tanto contribuyó al nacimiento del Reich hitleriano).

Se consideró que la República de Weimar era el contramodelo a evitar, al menos en términos electorales (aunque también institucionales, como demuestra el robustecimiento de los poderes del Canciller en relación a los del Presidente -que quedó relegado a la condición de figura meramente decorativa-), y por lo tanto se quiso impedir a toda costa la "excesiva" proliferación de partidos minoritarios, y para ello se estableció la barrera del 5% del voto nacional para acceder al Bundestag. Sin renunciar al proporcionalismo, que tras la implementación de los mecanismos del llamado "parlamentarismo racionalizado" se convirtió en una excusa perfecta para establecer un sistema basado en listas electorales que permitiera ejercer un elevado grado de control sobre los Diputados, reduciéndolos al orden y facilitando la estabilidad de lo que claramente desde el principio se convirtió en una partitocracia al estilo de las que se fueron formando en el resto de Europa Occidental. Siendo también una forma de forzar los Gobiernos de coalición, lo que tampoco es inocente, dado que favorecer ese tipo de Gobiernos era también una forma de hacer ver que Alemania había superado la época nazi de partido único que monopoliza completamente el poder (necesidad que la incorporación de Alemania Oriental ha reforzado, dado el pasado comunista de los nuevos Länder). En cuanto a la excepción favorable a las minorías nacionales según la cual a éstas se las exceptúa de la regla del 5%, obviamente era una forma de demostrar que Alemania había aprendido la lección, y que pasaba del ultranacionalismo nazi a convertirse en el mejor amigo de las minorías. Mentalidad que no fue ajena a semejante decisión, igual que no fue ajena a la decisión de Merkel de admitir en tropel a refugiados sirios y de otros muchos sitios.

Así y todo, incluso en esto cabe dudar de que los artífices de la conformación del sistema electoral alemán eligieran bien los métodos. Es dudoso que fuera precisa una barrera tan elevada como la actual del 5% para conseguir los efectos deseados. Seguramente barreras sensiblemente menores también habrían servido para impedir la proliferación excesiva de pequeños partidos. Sin embargo, es que al final lo que resulta dudosa es esa misma obsesión por impedir a toda costa la aparición de pequeños partidos, gran problema al que se suelen enfrentar todos los sistemas basados en la aplicación de fórmulas de reparto proporcional de escaños a circunscripciones amplias. Claro, si la totalidad de los integrantes de un Parlamento se eligen de ese modo, la preocupación es comprensible. Pero no puede ser que se le pongan un trono a la premisa y un cadalso a la consecuencia. No puede ser que se exalte la "superior justicia" de la proporcionalidad y que, acto seguido, se abomine de sus legítimas consecuencias y se reduzca la proporcionalidad, como en el caso alemán, a una proporcionalidad entre los cuatro o seis más grandes, excluyendo de la legislatura al resto. ¿Que se quiere proporcionalidad? Pues entonces que se aplique correctamente, excluyendo no ya la draconiana barrera alemana, sino también cualquier otra barrera, por pequeña que sea. ¿Que, como consecuencia de esto, se considera que se pone en peligro la gobernabilidad del país? Pues que se añadan a los Diputados elegidos de manera proporcional un número y proporción fijos de Diputados de distrito (preferentemente la mitad), y que éstos se elijan separadamente y se sumen a los otros, sin incurrir en apaños extraños como el teutón.

Si esto se hubiera hecho en Alemania, seguramente la elección separada de Diputados de distrito habría permitido a los grandes partidos compensar de sobra los efectos de la reducción/supresión de la barrera. En el escenario aquí planteado las posibilidades de mayorías de Gobierno estables aumentarían, e incluso seguramente resultasen más fáciles de conseguir las mayorías absolutas. Eso incluso en el caso de que, como yo creo que sería más correcto, los Diputados de distrito se eligieran a través de alguna versión más o menos modificada del llamado voto alternativo (sistema de "segunda vuelta instantánea" que permite al elector ordenar a todos o a parte de los candidatos -yo preferiría que a todos- por preferencias, que se van sumando progresivamente hasta que algún candidato cumpla los requisitos que se impongan para alzarse con la victoria). Es verdad que la independencia de los Diputados sería mayor que bajo el sistema actual, circunstancia que a mi no me parece que tenga nada de malo, pero que algunos podrían creer que pondría en peligro la formación de Gobiernos estables.

Empero, el argumento a mi modo de ver carece de peso. Si se mantuviera el sistema de elección parlamentaria del Canciller (o, para el caso, del Presidente del Gobierno español), dicha independencia no sería absoluta y, por ende, no sería probable que pusiera en peligro la existencia de un Gobierno sólido y estable, dado que con motivo de la interrelación entre el Bundestag y el Canciller, los Diputados, incluso de distrito, seguramente tendrían muy presente que, a causa de la vinculación entre la elección parlamentaria y la del Canciller, es realmente a los candidatos a la Cancillería a quienes de hecho respaldan con su voto los ciudadanos; de manera que, a no ser que por cuestiones de política interna la imagen del Canciller quede debilitada, difícilmente se le van a rebelar. Y si alterasemos sustancialmente el sistema y la Jefatura de Gobierno fuera decidida directamente por los ciudadanos sin que tuviera que recibir la aprobación del Bundestag, la independencia de los Diputados (que sería harto mayor, al no depender de ellos la formación de Gobierno) podría dificultar la aprobación de toda la legislación que deseara el ejecutivo, pero no pondría en peligro la existencia del Gobierno mismo.

Bien, no cabe duda de que me he despachado a gusto contra el sistema electoral de Alemania. ¿Alguna virtud que quepa reseñar del mismo? Indudablemente, las principales virtudes del sistema electoral alemán están en algunas de sus intenciones, al margen de que luego se lleven desastrosamente mal a la práctica. Así pues, es un sistema que busca la consecución de dos objetivos loables. Uno primero que quizá sea más inasequible, como lo es encontrar la forma de compaginar cualquier clase de reparto proporcional de poder entre formaciones políticas con capacidad de influencia seria de los ciudadanos sobre los legisladores.así elegidos. Es dudoso que pueda impedirse que la elección proporcional desemboque en la conformación de estructuras de poder partitocráticas, pero es un objetivo que, si fuera posible instrumentalizarlo, sería encomiable. En segundo lugar, también me parece correcto aspirar a determinar el poder de los territorios no en base a la población en constante cambio, sino en base a un dato objetivo, traslúcido y no manipulable como lo es la participación electoral. Esa es una idea particularmente buena que considero que es susceptible de ser imitada en todas partes, y que favorece una alta participación electoral que evite se ciernan riesgos de deslegitimación de las instituciones democráticas; si bien en un sistema de RPP como el alemán es difícil de llevar a la práctica, y en un sistema basado en la elección separada de Diputados de distrito sería complicado (los distritos tienen que estar ya establecidos con anticipación a las elecciones). Así y todo, las dos intenciones antedichas son los rasgos que valoro más positivamente del sistema, pero de intenciones no se vive, e insisto en que, si bien creo que todo sistema electoral debería procurar alcanzar los mismos dos objetivos que persigue el alemán (especialmente el segundo), nunca la forma concreta en que Alemania busca la consecución de dichos objetivos podría servirle de modelo.

¿Arcadia feliz? ¿Engañabobos? Pues el sistema electoral alemán de RPP esencialmente es un engañabobos, aunque con algunas escasas virtudes que permiten afirmar que no es el peor sistema electoral entre los que cabe instrumentar, al menos por sus efectos (menos nocivos para Alemania de lo que puedan serlo para España los defectos de su sistema electoral suicida y proseparatista). Pero que no le salvan de ser catalogado como el más chapucero y peor articulado entre todos los sistemas electorales existentes en el ámbito de las democracias avanzadas de Occidente. He dicho. IHS

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